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Carlos Abad: «Soy una persona hecha a imagen del Che»

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Mensaje  44500 Lun Ago 08, 2011 1:16 pm

Nueve meses con la guerrilla cubana. Una beca llevó a Carlos Abad hasta Cuba donde se enroló con la guerrilla para derrocar al dictador Batista. Tras la victoria de Fidel abandonó desencantado la revolución.

Tras el aspecto bonachón y carismático de Carlos Abad, se esconde una gran historia personal, digna de ser plasmada en un libro o en una película. Carlos empezó a los 19 años una experiencia que, «casi sin quererlo» le marcó para toda la vida: luchar en la revolución cubana durante nueve meses junto al mismísimo Ernesto ‘Che’ Guevara.

Lo que comenzó como un proyecto revolucionario para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista terminó con una enorme «frustración, desencanto y rabia» al ver que no se cumplía el objetivo buscado. Pese a que se derrocó al dictador, no se constituyó un país libre y democrático.
Durante todos estos años, más de 50 desde que empezara su aventura cubana, Carlos se ha empeñado en olvidar unos hechos que le quedaron tatuados en el corazón. Viendo que estas señales son imposibles de cicatrizar, poco a poco está empezando a contar su historia. Cada vez son más los amigos y conocidos que van conociendo las numerosas anécdotas que guarda en la memoria fruto de nueve meses junto al Che.

Beca a Cuba
Todo empezó en el año 1957, tras estudiar Filosofía Pura y Magisterio en Barcelona, el joven Carlos solicita una beca de la OIT para ejercer el Magisterio en Hispanoamérica. Con 19 llegó al Instituto Profesional de Artes y Oficios de Camagüey. Allí conoció a numerosos compañeros que colaboraban con la revolución editando clandestinamente las proclamas de Fidel Castro. El comandante se encontraba en la Sierra Maestra desde diciembre de 1956. Al comenzar las vacaciones, se incorpora junto a ocho jóvenes al Campamento de ‘Hombrito’. Al llegar les recibió el comandante Ernesto Guevara, al que todos apodaban ‘Che’ por la muletilla argentina que tanto empleaba. «La aparición del Che fue fantasmagórica; llegó montado encima de una mula porque padecía asma y no podía andar demasiado. Al recibirnos se cachondeó de nosotros porque íbamos armados con escopetas que no servían para aquella guerra», explica Abad. Tras un proceso inicial de aprendizaje y las primeras acciones bélicas, el joven se ganó el derecho a portar un arma.

Pese a que ha pasado los últimos años queriendo olvidar, reconoce que no lo ha conseguido. «Cuando decidí empezar a contarlo me di una semana de plazo para ir anotando en una libreta todo lo que recordara. Al sentarme por primera vez delante del bloc me dí cuenta que no había olvidado nada, todo seguía fresco en mi memoria». Durante los nueve meses que permaneció en la sierra la convivencia con los guerrilleros fue muy intensa. Especialmente destaca la relación que mantuvo con el comandante argentino, con el que conversaba de «filosofía y poesía». «La gran mayoría de los guerrilleros eran campesinos con los que no había posibilidad de hablar más de cuatro palabras. Al coincidir un médico y un maestro podíamos conversar de temas de los que con el resto era imposible», explica.

Carlos utiliza más de 30 adjetivos para describir la personalidad de un hombre que, dice, marcó su personalidad. «Puedo decir que soy una persona hecha a imagen y semejanza del Che porque he crecido a su lado», remarca Carlos.

Entre los calificativos destaca que el argentino era «justo y equitativo» en el reparto del material, exigencia que también se aplicaba a él mismo. En una ocasión perdió una bota y pasó semanas andando con el pie anudado con telas para dar ejemplo. Pese a que le describe como «osado» en el combate, admite que era «generoso» con el vencido. Aunque tenían claro su objetivo de derrocar al dictador, los guerrilleros nunca atacaban a la población civil, tan sólo a cuarteles dirigidos por militares. Era tal la exigencia del comandante, que no les estaba permitido más que alimentarse de los víveres que encontraban en las comandancias o que compraban. «En una ocasión entramos por equivocación en una finca civil y pese a que llevábamos más de un día sin comer, no nos dejó tocar nada», remarca. Los prisioneros eran respetados y entregados a Cruz Roja. Pese a que a se encargaba de curar a los que resultaban heridos, su fama de «terrible guerrillero» corrió como la pólvora entre los afines al dictador.

La guerrilla, de poco más de 140 hombres, fue avanzando hacia el norte del país, donde se sitúa la capital, La Habana. La batalla más decisiva fue la de Santa Clara en la que descarrilaron un comboy blindado. Cuando los hombres del Che llegaron a la capital, Fidel seguía en el sur, por lo que tuvieron que esperar ocho días «de tapadillo» para que el comandante hiciera su entrada victoriosa en la ciudad. Junto a los comandantes, los guerrilleros que lograron tomar La Habana no llegaban a los 1.000.

Tras un periodo de adaptación, Abad se dio cuenta que los objetivos por los que se enroló en la causa no se cumplían. Cuando a los miembros de las guerrillas se les dio a elegir entre incorporarse al ejército o convertirse en ciudadano regular, Abad optó por la última opción. «No me convencía la situación y en aquellos momentos era muy crítico con todo lo que pasaba», reconoce. Su vuelta a la enseñanza coincidió con el desembarco del ejército norteamericano en Bahía Cochinos. Cuba no se conformó con derrotar a los estadounidenses y comenzó a buscar culpables.

Los que habían abandonado la revolución se convirtieron en el blanco fácil, y entre ellos Carlos, que fue detenido y pasó por varias cárceles. En la última de ellas, los interrogatorios eran constantes y durante todo el día se escuchaban discursos de Fidel por la megafonía. Estando apresado sufrió dos simulacros de fusilamiento tras los que fue enviado junto a otros presos en avión a Miami. «Nadie dijo una sola palabra desde que despegamos hasta que aterrizamos. No sabíamos a donde íbamos o si caeríamos en medio del océano». Con la ayuda de una familia venezolana, continuó con sus estudios en Bolivia y más tarde trabajó en diversos países latinoamericanos. En el año 1971, catorce años después de pisar suelo cubano, volvió a España.

Actualmente sigue el devenir de la isla desde su casa de Ejulve con «tristeza» al ver que los ideales por los que luchó no se ven reflejados en el gobierno de la isla. «La revolución fue sana, pero no estoy de acuerdo con lo que ha quedado y con Fidel, que nos ha engañado, es el gran traidor de la revolución», reconoce.

Mientras sigue quitándole valor a una experiencia fruto de «una decisión personal» por la que no quiere ser mitificado. «El Che nos decía que hay que luchar sin esperar compensación», sentencia.

Fuente - La Comarca


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