Estercuel arde con La Encamisada, que bate récord de visitantes cada año

«Tranquilos. Va todo bien así que disfrutad del momento». La enorme cantidad de gente que se agolpó en la plaza de la iglesia de Estercuel en la noche del sábado provocó estas palabras en el Procurador, personaje encarnado por Cristóbal Rubio.

Desde su caballo observaba el aspecto de la plaza, enfervorecida desde que él junto al Rey, el Conde y los cuatro Mayorales entraron con las caballerías. El fuego ya estaba presente junto al montón de leña porque una hora antes habían rezado junto al párroco la salve en el Arco de los Mártires. Allí se quemó la primera aliaga y su fuego se trasladó a la plaza. Esa llama sirvió para que los voluntarios, con camisola granate y provistos de gorros, pañuelos y guantes, prendieran astillas de madera que portaron después en los tederos. Tras la salve a las ocho de la tarde llegaron las caballerías desde la casa del Procurador. Se apagaron las luces de todo el pueblo y sonaron las campanas. En ese momento los Fiesteros encendieron la hoguera del centro de la plaza. Se montaron en los caballos y al son de los Gaiteros de Estercuel rodearon la pira cada vez más brava y salieron detrás de los tederos que abrieron camino. Entre ellos, las autoridades hicieron el recorrido. Además del alcalde José Lahoz completamente metido en el papel y colaborando en todo, acompañó el presidente de la Comarca de Andorra Sierra de Arcos, Manuel Alquézar, y la presidenta de la DPT, Carmen Pobo, que se sumaron a los representantes de algunas poblaciones vecinas, como Alloza, con su alcalde Manuel Royo en la fiesta. Todos ellos hicieron el camino como el resto: con las cabezas cubiertas para evitar cualquier quemazo. A lo largo y ancho de Estercuel se dispusieron quince montones de leña que ardieron según pasó la comitiva con los caballos. Por si acaso, y siguiendo la vieja tradición, algunas velas en las ventanas de las casas sirvieron de guía.

Se trata de una fiesta Declarada de Interés Turístico de Aragón. Quizá por eso o porque es cierto eso de que quien ha estado en La Encamisada, repite, Estercuel era un hervidero de gentío que no se amedrentó a la hora de pasar entre la pared y el fuego de las hogueras de las estrechísimas y empinadas calles. Algo tiene el fuego de Estercuel que se hace casi adictivo porque para muchos el olor de la aliaga es el recuerdo de sus raíces. Después de media hora todo el pueblo estaba ardiendo y tras la llegada a la plaza de la iglesia de la comitiva, el siguiente paso fue sacar las mesas y parrillas en torno a cada hoguera porque llegó el momento de reflexionar sobre la Encamisada y de cenar como buenos hermanos.

Las capas cambiaron de dueño
El baile y la fiesta nocturna no impidieron que los vecinos madrugaran el domingo para la llega. Si antaño se recogían patas y orejas de cerdo, ahora se recauda dinero. Tras la misa baturra y la procesión de los santos, llegó el turno del baile del Reinau y de prender fuego a la aliaga ganadora. Más de 20 parejas danzaron al son de la antigua jota. Algunos con el traje regional y otros con vaqueros, lo importante era no perder el ritmo.

Por último, los mayorales salientes entregaron la capa y el sombrero a los entrantes. Antiguamente simbolizaba el cambio de mando, ahora que la tradición perdura en las nuevas generaciones. «Para un hijo de Estercuel esta fiesta es emocionante, anoche se me caían las lágrimas», reconoció el Procurador.

Esta tradición también atrae a los recién llegados. Es el caso de Sonia Bastida, una ecuatoriana enamorada de un estercuelano y de la Sanantonada. «Es una fiesta para vivirla desde dentro, la primera vez que la vi me impactó mucho», remarca la joven.

Fuente - La Comarca


saludos